Yo lloraba y tu me mirabas. Y yo hablaba y tú callabas. Cada una de mis palabras seguía a la anterior, temiendo salirse de la fila, temiendo la idea de perderse y desvanecerse en tus silencios.
A veces me haces pensar que hablo demasiado, otras, que callo en exceso. No sabría decirte. No sabría decirte quién soy ahora, qué soy en estos momentos. Porque ahora nada me parece suficiente, nada: el tiempo ya no se mide de la misma manera, el espacio tampoco.
¿Soy la única que lo ve? ¿Ves tú tambien cómo cambian las cosas?
Porque muchas veces no hace falta ni que levantes la mirada ni que pronuncies palabra para saber que pasa algo… eso no ha cambiado. Mientras quede eso tendré un punto de referencia sobre el que moverme. No me lo quites… no tengo miedo a reconocer que aún no estoy preparada para vivir sin tu apoyo.
Callabas. Silencio. Me gustan tus silencios, ¿por qué? Porque me hablas con miradas. Y con gestos, que no dicen nada, y a la vez lo dicen todo. Con abrazos, con caricias. Es mucho más fácil escuchar los gestos que la voz.
Los gestos nunca mienten.
Neruda ya lo dijo: "me gusta cuando callas porque estás como ausente"...
...pero sin estarlo
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